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1922- LA MARCHA SOBRE ROMA - EL FASCISMO SE HACE CON EL PODER EN ITALIA El descontento y la violencia social que enfrenta a comunistas y socialistas con los sectores nacionalistas y liberales, el desempleo y las huelgas junto a un debilitado sistema politico institucional lleva al partido fascista fundado tres años antes a acometer la conquista del poder.
El estado mayor de los fascistas estaba integrado por Michele Bianchi —ex-socialista que había abandonado el partido con Mussolini en 1914—, en representación de la rama obrera; Cesare María de Vecci, por los derechos del partido; Italo Balbo por los grupos de combate, y el teniente general retirado de Bono en nombre del cuerpo de oficiales. Estos cuatro hombres habían establecido su cuartel general en Perugia. En las proximidades de Perugia se encontraba en su puesto de observación la "tercera personalidad" mencionada por Finzi: Emanuel Philibert de Aosta. Esperaba que su real primo (Víctor Manuel III) fuera lo suficientemente tonto para resistir la marcha de los fascistas . El " primo'', por su parte, estaba en su amada Villa Gombo, a orillas del mar, en la zona boscosa de San Rossore, cerca de Pisa. Allí poseía una enorme propiedad. Era época de caza y el quería cazar ciervos. El estado mayor fascista había previsto una marcha de los grupos de combate, armados,'desde toda Italia. Las corrientes convergerían en Roma, para forzar la renuncia del gabinete de Luigi Facta. El 26 de octubre de 1922, Mussolini recibió en su despacho de la redacción a dos industriales turineses, el fabricante de artículos eléctricos Benni y el rey del caucho Alberto Pirelli. El Duce fue astuto: habló con sus visitantes sobre problemas de economía, divisas y crédito, pero no dejó traslucir que su partido aspiraba a reestablecer la disciplina en las fábricas, ante todo en beneficio de la economía italiana. El comentario de Pirelli después de la reunión fue: "Que hombre este Mussolini; se puede discutir con él sobre estos temas como si fuera un entendido." Ninguno de los señores suponía que la "marcha sobre Roma" ya se había iniciado. El 27 de octubre de 1922 se solicitó al rey que regresara de San Rossore. El monarca recibió el recado de mal humor. Estaba por salir de caza. En Roma, la estación terminal de ferrocarril había sido rodeada por policías, oarabinieri y guardie Reggie. A Víctor Manuel III no le gustaba que se tomaran esas medidas de seguridad en torno a su persona y comentó con desagrado que si la cosa era tan grave más valía que se fuera con su mujer y sus hijos in campagna (al campo). En el fondo de su corazón no pensaba en retirarse, justamente porque conocía "la amenaza de Aosta'', las pretensiones de su primo Emanuel Philibert. El primer ministro Pacta lo invitó a firmar un decreto estableciendo el estado de sitio. Pacta ya había adoptado medidas de seguridad en la capital. Mientras tanto, los grupos de combate avanzaban ya por las carreteras. Un grupo de integrantes de la "Liga", —Benni, Conti, Olivetti y Pirelli— envió un mensaje al rey: Se había hecho inevitable el nombramiento de Mussolini... Pero lo decisivo no fue ese mensaje; el rey ya sabía, por una conversación sostenida con el general Badoglio, jefe del Estado Mayor, a quien él apreciaba mucho personalmente, que el ejército no acataría la orden de marchar contra los fascistas. El propio jefe del Estado Mayor no simpatizaba con Mussolini. Más tarde, los antifascistas dirían que Badoglio había solicitado al rey que pusiera unos batallones a sus órdenes y vería cómo todo aquel alboroto terminaba rápidamente. Pero Badoglio sabía demasiado bien que no había batallones disponibles. El rey recibió también en el Quirinal al más alto jefe militar de Italia, el Mariscal Diaz, para consultarlo respecto a la actitud del ejército. Diaz concurrió el 27 de octubre o el 28 a primera hora de la mañana. Su respuesta salomónica fue que el ejército cumpliría con su deber, pero que Su Majestad haría bien en no someterlo a prueba en ese caso. Cabe añadir que el segundo jefe del Estado Mayor, general Vaccari era gran amigo del duque Emanuel Philibert de Aosta. El rey se negó a imponer el estado de sitio. El 28 de octubre, Víctor Manuel III intentó ganar al ex primer ministro Orlando o a su hombre de confianza de la época del intervensionismo, el liberal de derecha Antonio Salandra, para constituir un gabinete en el que intervendrían los fascistas. En el parlamento se consideraba a Salandra como vocero de los latifundistas . Este no vio posibilidades de constituir un gabinete así. El 29 de octubre de 1922, hacia mediodía, el rey pidió a su ayudante general, el teniente general Cittandini —quien como tantos altos oficiales no era hostil a los grupos de combate—, que llamara a Mussolini a Milán y lo invitara a Roma para que se hiciera cargo de la formación del gobierno. Se había dado el paso que sería fatal para la dinastía de Saboya. Mussolini formó un gabinete de coalición. El mismo retuvo, además del cargo de primer ministro, las carteras de Exterior y de Interior. De la administración de este último ministerio se hizo cargo Aldo Finzi, con el rango de subsecretario. De los 33 ministros y subsecretarios de aquella coalición forjada con cierto apresuramiento, 15 eran fascistas y seis pertenecían a los nacionalistas monárquicos conservadores. El príncipe Colonna di Cesaro (demócrata de izquierda siciliano) se hizo cargo del Ministerio de Correos, tres popolari" (Partido Católico del Pueblo) ocuparon los ministerios de Finanzas, Educación y Asistencia Social. Un amigo personal de Giolitti, el conde de Rossi, era el ministro de industria y comercio. El ex ministro de relaciones exteriores, conde Sforza, acérrimo enemigo del Duce, habló de "luna de miel" entre el fascismo y la burguesía. Los llamados "grandes capitales", con su halo de leyendas y sospechas, no habían desempeñado papel alguno en esa hora final del sistema parlamentario constitucional. Sobre el escritorio del nuevo primer ministro del rey se precipitó un alud de telegramas de felicitación. El 4 de noviembre de 1922, Giovanni Agnelli, presidente de la FIAT, se resolvió también a hacerle llegar su mensaje de congratulación^ Dieciseis años más tarde, en el otoño de 1938, llegó el "agradecimiento' ' del Duce a los fascistas de primera hora de origen judío. Mussolini, que seguía siendo un "realista dúctil" se dejó arrancar por Hitler las leyes racistas. Hombres como Gino Olivetti debieron refugiarse en el exilio."
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